Aprovechamos la Semana Santa para visitar una de las regiones de España famosa por sus playas, pero que esconde un buen número de sorpresas que en esta época, lejos de los calores estivales, son una maravilla.
Salimos de Barcelona y hasta el Camping Totana, situado muy cerca de la autovía y punto de referencia para todas las visitas.
Empezamos el viaje en las Salinas de San Pedro del Pinatar, un humedal de gran importancia por ser lugar de nidificación y descanso para numerosas especies de aves Se localiza entre los municipios de San Pedro del Pinatar y San Javier y tiene una extensión de 856 hectáreas ,entre las que incluye 6 km de costa mediterránea. La diversidad de especies de flora y fauna, junto con las actividades tradicionales en armonía con el entorno, como la pesca en “Las Encañizadas” o la explotación salinera, convierten a este espacio natural protegido en un ejemplo de desarrollo sostenible.
Nuestra intención era ver (si eso era posible) algunas aves y hacer alguna de las excursiones con el peque que pasa por los característicos paisajes semidesérticos y plagado de dunas de la zona, aprovechando que el calor no pega demasiado fuerte.Elegimos este sendero por su versatilidad y su poco recorrido, que nos permite pasar por la charca, donde ya está extinguido del todo el farfet (según los carteles indicativos), las charcas de la salina, un par de miradores para aves (que suponemos debían estar de vacaciones también porque no vimos apenas ninguna), la zona de dunas con su caprichosa vegetación y su constante pelea contra el viento y, finalmente, la desierta playa que presenta un aspecto fantástico que nada tiene que ver a las aglomeraciones del verano.
Lo primero que nos encontramos es la charca y su mirador, donde no hay restos ni de aves ni del famoso farfet
Pese a lo parecido de todas ellas, hay que reconocer que el paisaje de una salina es siempre espectacular, con sus tonos rosas y azules y las gaviotas gritando en ellas.
Dejamos atrás la carretera y nos adentramos en la zona de dunas, donde nos deleitamos con las arropadas formas de los árboles en su continua batalla contra el envite del viento, que deja estampas espectaculares.
El terreno apenas está concurrido en esa zona, lo que aún lo hace más espectacular si cabe. Acabamos en la solitaria playa de la Torre Derribada, donde algunas personas paseaban por la orilla y llegamos al parking, atestado ya de coches, para seguir con nuestra ruta.
Nos vamos a Lo Pagán, hermoso pueblo costero situado en el otro extremo del parque natural famoso por sus baños de lodo y su preciosa playa.

Molino de Quintín
Allí aprovechamos para que el peque juegue un poco en la playa y nos sentamos en una de las numerosas terrazas que abarrotan el paseo con vistas al Mar menor. Saciada la sed, nos vamos a visitar los Alcáceres, uno de los pueblos más grandes de la línea costera. La población carece por completo del encanto de Lo Pagán, pero unas oportunas montañas de arena en la playa se convierten en una atracción fantástica.
Evidentemente, el que mejor se lo pasó fue sin duda Asier…
Y nos volvemos para el camping después de una excelente jornada….