Ultimamente parece que le hemos cogido el gusto a subir picos, quizás espoleados por la subida al Aneto y por marcarnos la meta de «Els cent cims». Además Melania tenía muchas ganas de ver como se encontraba tras las caminatas por Noruega. Decidimos empezar por un clásico dentro del montañismo de Catalunya: El Pedraforca (2.506 m)
Pienso que no hay nadie a quien la vista por primera vez de la silueta del Pedra no haya conmovido. Quizás sea el pico con el relieve más bonito de la Nostra Terra y siempre es gratificante subir a cualquiera de sus Pollegons. Nos decantamos por el Superior, ya que está dentro del listado dels cent cims, pero recuerdo que hace años subí al inferior, mucho menos concurrido e igual de hermoso.
Iniciamos la ascensión a media mañana, pues no madrugamos en exceso, desde el refugio. El plan es subir por el Coll de Verdet desde el mirador de Gresolet y bajar por la Enforcadura hasta la Pedrera. Iniciamos la marcha poco a poco para ir cogiendo ritmo a medida que subimos. El tramo hasta el Verdet (aprox. 2 h de tranqui) sigue un camino muy marcado por el paso de los innumerables excursionistas y asciende, son suaviad al principio, más fuerte en su segunda mitad, sin ninguna dificultad.
Una vez llegado al Verdet, reponemos fuerzas a base de frutos secos y, tras un pequeño descanso para la rodilla de Mel, encaramos la segunda parte de la ascensión. La grimpada hasta el pico. Es sin duda la parte más divertida de la ruta y, aunque es muy sencilla, hay que ir muy atentos y no confiarse. La roca está muy pulida y un resbalón puede ser fatal. Hace un par de semanas, una mujer tuvo un desvanecimiento y cayó por el barranco, perdiendo la vida. Siempre hay que tener en cuenta que la montaña tiene un peligro intrínseco que hay veces que todos pasamos por alto.
El tiempo para llegar a la cumbre depende de dos factores, nuestra propia habilidad en este tipo de terreno y la del gentío que nos encontraremos durante toda la grimpada, que a veces colapsa los pasos menos sencillos. Mucho cuidado con alguna roca que pueda desprender accidentalmente otros excursionistas. Xino-xano llegamos a la cima, donde nos hacemos la fotico de rigor.
La idea era comer allí, pero unas nubes negras en la retaguardia nos instan al descenso , ya que no nos apetece nada bajar por la tartera lloviendo.
La bajada por la enforcadura es rápida y en un plis enfrentamos la temida tartera, que cada año está peor. Nada más poner el pie, al ir a explicarle a Melania la «técnica» de bajada, tuve un traspies y casi me dejo la cara contra una gran roca que había en mitad del camino. A partir de ahí, a resbalar y a ir bajando como se podía. Para ser la primera tartera de Mel, baja muy bien, con solo una caída.
Hay gustos para todos, pero en mi opinión, los palos son totalmente necesarios. Una vez llegados al camino, solo nos queda llanear hasta el refu, donde comemos y nos bebemos una cervecita.
Ya estamos listos para volver a casa.