Ficha
Km inicial: 4800 Km final: 4976 Trayecto: 176 km
A las nueve en punto de la mañana estamos en el i-site para contratar la visita a Hobbiton (somos frikis, somos frikis!!!). Tras un viaje en bus hasta la granja donde está situado el set de rodaje, nos unimos a más gente en un nuevo bus que nos lleva desde la entrada de la (pedazo) granja hasta el lugar donde está recreada la aldea de Bilbo y Frodo.
La visita es rollo «vamos todos para aquí… ahora para allá» y una mujer (que trabajó con Jackson en la saga) se encarga de explicarnos lo que estamos viendo. Como de costumbre, no entendemos ni la mitad de lo que la buena mujer nos va explicando, debido a su peculiar inglés, y poco a poco vamos desconectando.
Entre los datos más importantes de los que logramos comprender, es que el decorado no es el original (a excepción de las ventanas que entendiéramos), pues fue destruido como todos los escenarios de ESDLA por derechos de imagen de la productora. Finalmente, tras mucho batallar, lograron los permisos para que Hobbiton se mantuviera en pie, y fue nuevamente reconstruido a imagen del original.
Pese a ser una visita un tanto borreguil, se disfruta a muerte y el espacio está tan ricamente decorado con cientos de detalles que hacen las delicias de cualquier friki, sobre todo los que por naturaleza ya somos del tamaño de un hobbit.
En Hobbiton sólo podremos ver los exteriores de la aldea, pues los interiores de las casas eran decorados instalados en Wellinton.
Tras pasar por los más de cuarenta agujeros hobbit que hay en el set, la visita acaba de la mejor manera posible, con una cervecita en una taberna decorada con un gusto exquisito y presidida por el mismísimo Smaug.
Tras volver a Matamata, cogemos la van y ponemos rumbo a la Península de Coromandel, para ver unos ejemplares de «kauris«, los árboles más antiguos de Nueva Zelanda y, como no, casi extintos por la tala indiscriminada y sin control de años pasados.
La costa de Coromandel es accidentada y salvaje, repleta de pueblos encantadores en cada pequeña bahía por la que pasamos. Lástima que el clima se ha girado por completo y una copiosa lluvia nos acompaña, quitando encanto al paisaje. Por fin, tras un millón de curvas, llegamos al desvío de la Rd309, que nos lleva a una arboleda de kauris, donde en un corto paseo de quince minutos podemos ver una docena de esos majestuosos árboles desperdigados por el camino. La lluvia es incesante, lo que nos obliga a volvernos.
Llegamos a Coromandel Town, donde hay un pequeño parking para cuatro (no más) campers que dispongan de lavabo, así que nos esperaba una tarde de cartas hasta la hora de la cena y la clásica película de terror.