Volvimos a las andadas excursionistas con el CER justo la última salida del 2014, reenganchando con las etapas del Camí dels Bons Homes, tras tres etapas a las que no pudimos asistir. Había ganas de volver a caminar con el grupo y, la promesa del botellón de fin de temporada, se convirtió en un aliciente más.
La etapa tiene un recorrido de 20.34 km, con un desnivel acumulado de 980 m de altura y 710 m de bajada, lo que la cataloga en una dificultad media.
El día empieza bien: en Gósol desayunamos, con la promesa de buen tiempo ya en el cielo, y una rica sorpresa que cada vez viene siendo más habitual. En el local hay cerveza artesanal, en este caso de una cervecera desconocida para mí hasta entonces: Quer. Empezar el día con una Imperial IPA de Simcoe ya es empezar con muy buen pie y un gusto en la garganta que nos acompañará bastantes kilómetros en el camino. ¡Bien, bien!
Para que el bocadillo no sienta la necesidad de salir de nuestro estómago e ir a descubrir mundo por si sólo, la caminata empieza muy suave. Llegamos al Coll del Cap de la Creu e iniciamos una tranquila bajada que nos llevará hasta el Molí de Feners, donde a más de uno se le cambia la cara de golpe al ver el zigzagueante sendero que ascenderá más de 800 m hasta el Ferrús.
Aquí más de uno se cuestiona por qué carajo no se queda el sábado durmiendo en su casa tranquilamente en vez de levantarse a las 5 de la mañana para venir a sufrir como una madre soltera. Pero los que tenemos una buena dosis en vena de lúpulo nos proporciona 70 IBU’s de felicidad, que nos hace sonreír mientras ascendemos tranquilamente como Heidi en busca de ovejitas. A ello cotribuye que el lúpulo sea una planta de la familia de las cannabáceas, y que la cerveza tenga 8% ABV.
El hecho es que pasito a pasito, entre bosques de pino rojo, llegamos por fin al punto más alto de nuestra ruta, donde como no podía ser de otra manera tenemos unas vistas espectaculares del Cadí nevado.
A partir de aquí toca bajar por toda la cinglera del Ferrús, que ofrece espléndidas paredes a ojos del aficionado a la escalada, aunque me desinflo un poco al ver que sólo hay equipadas vías imposibles, obviando zonas para aquellos que tenemos un nivel vamos a decir bajo.
Cruzamos la Font de la Bruixa, donde yo esperaba dejar a Montse como pez en el agua. El rumor de unas cocas compradas para el fin de etapa, le hizo desistir de quedarse por esos lares. ¡Qué le vamos a hacer!
Desde la Font de la Bruixa nos desviamos hasta un lugar donde poder celebrar el fin de temporada, lejos de las miradas de las autoridades, que ya sabemos como están las cosas y son capaces de meternos un pleito por comer coca en la calle.
Con esta salida cerramos el 2014, preparados para los atracones navideños y para volver a sufrir en enero.