Ya va llegando el veranito y en breve el CER cerrará por vacaciones, pero no sin antes hacer nuestra típica cena de despedida de verano. Como siempre, para hacer boca, hacemos un pateo de poca dificultad; así no nos sentimos tan culpables después. Esta vez, escogimos el camino de ronda de Altafulla a Tarragona, 14 kms., que transcurren en su mayoría muy cerca de la línea de mar.
Empezamos a caminar en la playa de Tamarit, atravesándola hasta que llegamos al castillo del mismo nombre, lugar de celebraciones (intuimos que nada baratas).
Seguimos caminando bajo un sol que pega de verdad, ahora por un terreno de acantilados no muy altos pero bastante bonitos y tramos de pineda que nos otorgan un respiro a la sombra.
Así llegamos a la Cala de La Mora, que cruzaremos para llegar a un masificado camping que por suerte nos permite pasar por el interior, bajo señalización hasta que llegamos a La Torre de la Mora, donde descansamos.
Entramos ahora en una zona boscosa muy chula, llamada Bosque de la Marquesa, en la que hay bastantes calas, la mayoría de ellas naturistas, siendo la más famosa la playa Waikiki, que se puede ver muy bien desde los acantilados del final.
Dejamos la cala y continuamos hasta que el bosque cesa y llegamos a La Playa Larga (casi 3 km), que bajo el sol achicharrante se nos hace larga… larga… Pero bueno, todo tiene su fin.
Ya no nos queda mucho para llegar a nuestro destino: una pequeña zona boscosa y llegamos al paseo, que en breve nos deja en una zona de duchas y aseos (cerrados por la hora), donde nos refrescamos para irnos al restaurante.
Una vez allí, empieza la fiestuqui… Ya sabemos que los menús de grupo no suelen ser muy buenos a no ser que se pague un pastón por ellos. Después de buscar y buscar una oferta que nos ofreciera ciertas garantías de calidad/precio, acabamos en el Hotel Urbis Centre.
El intento de cocina de autor a precios moderados dejaron platos como éstos, para apaciguar nuestros rugientes estómagos.
Además, al final de todo me dieron un diploma por campeón.