Bretaña y Normadía 2015 – Día 6: Rouen – Étretat – Fécamp

Continuamos nuestro periplo normando con la visita a Rouen, preciosa ciudad llena de historia. En el 911, el rey Carlos III de Francia cedió las tierras del ducado de Normandía a un afamado jefe vikingo para que les protegiera de sus congéneres. Éste hombre fue Rollon el Errante, personaje que se ha hecho famoso para los que seguimos la serie Vikingos, con el nombre de Rollo.

También fue el lugar donde torturaron y quemaron a Juana de Arco en 1431. Del castillo en el que se celebró el juicio, queda en pie el torreón.

Torre Juana de Arco, torreón del castillo de Philippe Auguste.

Pasear por Rouen es todo un deleite, pues además de las típicas casas de arquitectura tradicional, sus calles albergan un sinfín de monumentos y rincones realmente bonitos, así que hay que dejarse llevar y callejear sin piedad para descubrir todas las maravillas que la ciudad nos ofrece.

Abadía de Saint-Ouen

La ciudad está repleta de vida y turistas, pero el paseo es muy agradable y no se tiene para nada sensación de agobio. Proseguimos nuestro paseo admirando los coloridos y bien mantenidos edificios de su centro histórico.

Así llegamos a la Iglesia de San Maclou, otro de los numerosos edificios religiosos que salpican la ciudad.

Iglesia de San Maclou

Y seguimos nuestro camino hasta dar con la catedral de Notre-Dame, el más magnífico de ellos.

Catedral de Rouen

Nuestros pasos nos llevan nos llevan hasta El Gros Horloge, el Gran Reloj, cuyo mecanismo es uno de los más antiguos de toda Francia.

Gros Horloge

Finalmente llegamos a la Plaza del Mercado Viejo, donde podemos ver la curiosa Iglesia de Juana de Arco

Dejamos atrás la majestuosa Rouen para irnos a un entorno más natural, como son los acantilados de Étretat, en Costa de Albâtre, concurrido pueblo con el atractivo de sus famosos acantilados blancos, que contrastan a la perfección con el azul verdoso del mar.

Acantilados de Étretat

El lugar es realmente bonito lo que hace que una masa ingente de personas los visiten a diario, quitando gran parte del encanto que podría ser pasear «a solas» por el lugar, cosa que seguramente nos ofrecería una visita en un día laborable de invierno. Pero como no puede ser, nos dedicamos a observar su gran y concurrida belleza.

Cae la tarde y los lugareños empiezan a buscar cobijo entre sus casas algunos y bares y restaurantes los más osados. A nosotros aún nos da tiempo para la última visita del día: Fécamp, pueblo costero con un hermoso puerto y algunos palacios reseñables, como el palacio Benedictine, donde se fabrica el famoso licor creado siglos atrás por los monjes y que, como de costumbre, estaba cerrado a cal y canto cuando llegamos.

Puerto de Fécamp

Al estar todo cerrado, caminamos con toda tranquilidad por las calles del pueblo, sin encontrarnos apenas gente.

Para acabar la visita, antes de vuelta al camping, nos pasamos por la playa, donde millones de piedras a su disposición hacen que Asier enloquezca de alegría. Colofón a otro fantástico día en Normandía

Todas para mí!

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